Hace dos semanas os traje la review del Umi Super que he tenido durante unos pocos mesecitos. Y ya os conté que ahora tengo un flamante Huawei Nova Plus.

No será un artículo muy largo y de calidad como me suele gustar, pero esta historia tenía que contarla.

Nos situamos en el 5 de enero de este año (2017). Yo llevaba unos 4 meses contento con mi Umi Super y tenía móvil para otro año, como mínimo. Un día como otro cualquiera apago mi coche (Seat Altea 1.9 TDI del 2007) en frente de mi casa a eso de las 2 y media de la tarde, con el cuerpo cansado de la jornada laboral y pensando en qué hacer durante esa tarde libre. Antes de salir, como siempre, apago el manos libres con el que escucho música por bluetooth y retiro el móvil del soporte universal de esos que son una especie de masa pegajosa. Salgo del coche y lo cierro verificando que los retrovisores tambíen lo hacen y, segundos después, me dispongo a cruzar el paso de peatones de siempre mientras, en medio de la carretera, bloqueo mi Umi Super e intento meterlo en el bolsillo del abrigo. Instantes después de cruzar me percato de algo raro: no he notado que el bolsillo del abrigo haya aumentado de peso, cosa que siempre noto. Y el instinto de supervivencia saltó llevando mi mano directamente a ese bolsillo para anunciarme que, como esperaba, el móvil no estaba en ese bolsillo.

Giré la cabeza y allí lo vi: en el paso de peatón, recién aplastado por un vehículo cuyo dueño tuvo la consideración de parar para que yo curzara y, como todos, arrancar después, dejando que mi Umi Super formara parte del alquitrán prácticamente.

Bueno, basta ya de parrafadas poéticas: crucé y lo pisó un coche. Apasionante, ¿verdad? Pero aquí no acaba la cosa. Os recuerdo un detalle: DIA CINCO DE ENERO. Efectivamente: noche de reyes.

El móvil funciona, si le contectas un usb otg puedes tomar el control con un ratón, pero la pantalla y el panel táctil han quedado destrozados por completo, es inutilizable. Yo me econtraba en un apuro: no tenía móvil y mis amigos de china tardan semanas en venir. Pero había una variable con la que yo no había contado todavía: los tres reyes magos.

Bueno, más que reyes magos podría decir «madre maga». Y esque desde que trabajo mi madre ya no suele comprarme nada caro en fechas especiales. La pobre apenas llega a fin de mes y ahora yo puedo comprármelo todo, pero el amor de madre es mucho más grande que eso. Ya os podéis imaginar: se fue esa misma tarde a la primera tienda que pilló y se dejó 400 euracos en un teléfono «como dios manda» para mí. Ella no entiende de especificaciones, tampoco entiende de ram ni de rom ni de procesador, ni de cámara, ni de miliamperios, ni de china ni de oferta ni de relación calidad/precio. Ella solo entiende una cosa: la oportunidad de contentar a su pequeño. Y no es que los 400 euros que se dejó no signifiquen nada, pero lo que más vale es la actitud con la que ha hecho todo. Yo ya estaba mirando móviles por 150 euros en china, nunca estoy dispuesto a gastar más, pero una madre con un hijo geek que llega a una tienda de teléfonos solo sabe decirle al de la tienda «mi hijo es informático y tenía un buen móvil. Quiero un móvil que me asegure que sea igual. No tengo ni idea de nada, pero quiero que sea bueno».

Considero esta historia una historia bonita digna del típico vídeo para Facebook, y repito que no quiero centrarme en el dinero, sino en cómo una madre hace lo imposible por contentar (por una vez) a ese hijo perfecto que tiene (sí, vale, dejadme presumir un poco).

Hoy no he querido traeros un análisis ni un tutorial ni nada, sino una historia verdadera con la que espero que os vayais con una sonrisa.

Os saluda Urbano Villanueva, un servidor. Nos vemos el póximo Jueves (o el domingo con TopTal). Y hasta entonces, sed buenos (si se puede).